Escapología fiscal es un término, que obviamente no encontramos en el diccionario de la Real Academia Española, utilizado por algunas personas no expertas para identificar una serie de estratagemas que buscan bajar los impuestos de los contribuyentes. Supuestamente estas prácticas se hacen cumpliendo la ley; sin embargo, en realidad, son como una ruleta rusa: puede que el sistema de trucos funcione algunas veces; pero llega el día en que se descubren esas maniobras y entonces todo se derrumba.
Uno de los principales problemas globales es el de los impuestos. Los gobiernos recurren a las altas cargas fiscales para obtener más dinero que les permita encubrir su ineficiencia y, en muchas ocasiones, sus prácticas corruptas. Bajo el supuesto de mantener el estándar de vida y la calidad de servicios básicos, los políticos continúan aumentado la presión fiscal a todos los niveles. Por tanto, no son pocos los que buscan asesoría sobre cómo pagar menos impuestos.
La llamada “escapología fiscal” se presenta como un método sugerente que permite reducir el pago de impuestos. Los defensores de este “método” alegan que no tiene nada que ver con la evasión fiscal y entre las estratagemas que proponen para lograr la reducción de la carga impositiva está desde gastos de representación, hasta reembolsos por viajes de negocios. Es tan absurdamente alto el optimismo de los que abogan por la “escapología fiscal” que aseguran ahorrar hasta un 50% de la carga de impuestos de una empresa. Esto, en realidad, es muy difícil de lograr, al menos en ese porcentaje y con las estratagemas propuestas.
A día de hoy todos tenemos derecho a pagar menos impuestos y a no sufragar con nuestro esfuerzo la ineficiencia desmesurada de los gobiernos. Por tanto, es legítimo y pertinente buscar alternativas para disminuir la cifra a abonar por impuestos; pero una cosa queda clara: la “escapología fiscal” no es una ciencia como sí lo es la ingeniería fiscal. Esta última está basada en las leyes y garantiza un resultado.
En un contexto de globalización económica, a los gobiernos les resulta cada vez más complicado controlar las finanzas de sus ciudadanos, porque estos pueden abrir cuentas bancarias en el extranjero y realizar inversiones en otras partes. En este escenario es que se desarrolla la ingeniería fiscal, la cual no recurre a estratagemas que pueden fallar en cualquier momento, sino que aprovecha vacíos legales y diferencias en las regulaciones fiscales de cada nación para así lograr la reducción de impuestos. Una acción que es ilegal en un territorio, puede ser perfectamente legal en otro.
El término de “ingeniería” se ajusta bien, porque los expertos en estos temas conocen muy bien las leyes tributarias de cada estado, para así sacar ventaja de las lagunas legales que puedan existir. Luego, como buenos ingenieros, diseñan la estrategia a seguir y planifican cada paso. Los asesores recurren a países de baja tasación fiscal, a tratados de doble imposición para evitar o reducir notablemente los impuestos que deben pagar las empresas o personas que los contratan.
Quizás muchos piensen que las estrategias de ingeniería fiscal están pensadas solo para las grandes empresas y las personas más adineradas; pero, en la actualidad, los gobiernos presionan con más impuestos a las clases medias, así que estas estrategias cada vez son más útiles y aplicables por todos aquellos que sienten que, bien asesorados, pueden reducir mucho su carga fiscal.